Antilogía/Columna Invitada

En la fábula de Esopo, recomendada por el presidente AMLO el fin de semana, las ranas, cansadas del desorden y la anarquía del charco en que vivían, pedían a gritos un rey.
Zeus les envió entonces un grueso e inerte tronco de árbol, sobre el cual empezaron a subirse, a pasear y a saltar encima. Agraviadas porque el tronco no era el rey que esperaban, las ranas volvieron a pedir un monarca más intrépido, valiente y rudo. Les mandó entonces tremendo ofidio de agua que, de manera implacable, engulló a cada una de las ranas del estanque.
Los renacuajos del lago mexicano que hoy piden un golpe de mano y, de ser necesario, un golpe de Estado, para arreglar la economía, la seguridad y la vida pública del país, están cavando su propia tumba, como las ranas de Esopo.
¿Qué sapos croan por un golpe de Estado? Todos aquellos cuyos privilegios, canonjías y negocios al amparo del poder público se han perdido o se ven amenazados por el programa de transformaciones de la 4T.
La lista es larga. Los beneficiados en el pasado con condonaciones de impuestos, los que ganaban licitaciones amañadas en el sector salud, los “factureros”, los huachicoleros de cuello blanco y de overol, quienes perdieron una mina de oro en el aeropuerto de Texcoco, los que obtuvieron contratos petroleros con fines especulativos, quienes ya no reciben jugosos convenios publicitarios oficiales, algunos mandos castrenses que privilegiaban la letalidad sobre el respeto a la vida y a los derechos humanos, la alta burocracia de los órganos autónomos que ven amenazados sus elevados ingresos salariales, las autoridades locales que ya no pueden “bajar recursos” en San Lázaro, los jueces que ya no podrán “arreglar” sentencias ni amasar fortunas impunes en el Poder Judicial, los líderes sindicales charros que ahora deberán ser electos por sus bases, los proveedores del sector público que ya no pueden inflar los precios de los bienes que ofrecen, en fin, toda esa urdimbre de intereses y personajes en los que se sustentó, creció y se reprodujo a sí mismo el antiguo régimen de corrupción que hoy se busca transformar de raíz.
¿Qué probabilidades existen de que las ranas golpistas encuentren a la serpiente que acabaría con ellas?
Afortunadamente, pocas. Los golpes de Estado en México y en América Latina tienen tres ingredientes que no están confabulados o alineados en este momento: un Ejército cuyos mandos son parte integrante de la oligarquía económica y política dominante, un interés abierto y directo de Estados Unidos por derrocar un régimen que desafía sus intereses, un gobierno nacional sin asideras locales, es decir, carente de apoyo social y legitimidad política.
El Ejército mexicano y sus mandos “son pueblo uniformado”, señala el Presidente. La relación, el entendimiento y la colaboración entre los inquilinos de la Casa Blanca y Palacio Nacional se encuentra en su nivel óptimo, afirma el propio mandatario estadunidense. Y la aceptación y el apoyo ciudadano al jefe del Estado mexicano, que ganó con 30 millones de votos, se mantiene sostenidamente alto.
El croar nocturno de las ranas se apaga con el sol de las siete de la mañana. El reino de los sapos tendrá pronto una opción civilizada y legal: pedir la revocación del mandato presidencial, en lugar del golpe de fuerza que acabaría con ellas, con el charco y con el Estado democrático mismo.