LA EDAD NO DEBE SER CRITERIO PARA PRIORIZAR LA ATENCIÓN EN PACIENTES DE COVID-19

Decidir quien vive o muere es lo  más difícil de la pandemia para los médicos

Madrid, España.- El doctor Luis Díaz Izquierdo trabaja en la sala de urgencias de un hospital del sur de Madrid. A los 55 años, creía haberlo visto todo en su profesión; sin embargo, la emergencia del COVID-19 lo ha enfrentado a escenarios inimaginables. “Teníamos a cinco, seis, siete personas que se estaban poniendo muy malas, que se tenía la intuición, y muchas veces sucedía, que se iban a morir. ¿A quién llevo a la Unidad de Cuidados Intensivos? ¿Cómo decides?” El médico español narra su experiencia. 

España  ha sido uno de los países más afectados por el coronavirus al principio de la pandemia. Para frenar el contagio, el Gobierno de ese país declaró el estado de alarma el 14 de marzo y desde entonces se ordenó a la población quedarse en casa, saliendo sólo a adquirir alimentos o medicinas o a desempeñar servicios indispensables.

Indispensables, desde luego, en España y en el mundo entero, son los trabajadores del sector de la salud, que en el caso del país euroepo han realizado una labor heroica enfrentando uno de los escenarios más duros cuando el sistema sanitario nacional se vio desbordado por la cantidad de enfermos y la falta de recursos suficientes para atenderlos a todos, obligándolos a tomar decisiones muy dolorosas.

Uno de esos profesionales, el doctor Luis Díaz Izquierdo, médico de la sala de urgencias del hospital Severo Ochoa en el barrio de Leganés, al sur de Madrid, narró su experiencia durante los peores momentos de la emergencia.

“Tengo 55 años, llevo tiempo en esto, se puede decir que he visto prácticamente de todo, pero esto no lo había visto nunca. Nunca había tenido que decir: tenemos a cinco, seis, siete personas que se están poniendo muy malas, que se tiene la intuición (y muchas veces sucedía) de que se iban a morir. Entonces dices, y ahora ¿a quién llevo a la UCI? ¿Cómo decido?”

Es aquí donde se hace indispensable establecer criterios para clasificar a los pacientes, dice Díaz Izquierdo.

“Es un colapso total, no existe espacio físico, primero se acabaron las camas, después unos sillones que habíamos puesto, después se acabaron unas sillas. Y la verdad es que en una situación de colapso llega un momento en el que uno se ve en la obligación de elegir qué pacientes es más probable que se beneficien de determinadas medidas. Sobre todo porque hay escasez de ventiladores o de respiradores o de camas de UCI (Unidad de Cuidados Intensivos). Esto plantea muchísimos problemas porque a veces es bastante sencillo, porque si te encuentras con un señor o una señora de 95 años y con mucha patología cardiaca, renal, pulmonar o una demencia muy severa, sabes que a esas personas apenas les aportarías un beneficio”, explicó.

Luego de lo cual expuso que el problema viene cuando una persona tiene 50, 60, 70 años y te llegan dos, tres, cuatro personas a la vez. “Eso plantea muchísimos problemas porque lo que no debemos hacer nunca es utilizar sólo la edad como criterio. Como nosotros estamos en el servicio de urgencias, en la primera línea, utilizamos una serie de criterios para clasificar a los pacientes en función de la esperanza de vida, la mayor esperanza de vida posible, pensando que se van a beneficiar de las medidas como pueden ser los respiradores o una estancia en las UCIs”.

“No te queda otra porque es un escenario absolutamente excepcional. A los Gobiernos no les gusta que se diga, pero es como un escenario de guerra, entonces ¿qué hacemos?”, puntualiza el galeno

El doctor Díaz Izquierdo explica que en su hospital utilizan cuatro criterios en el sistema de triage o la clasificación de pacientes de acuerdo a la urgencia de atenderlos.

“El primero es el llamado índice de Charlson, que en general no se utiliza en este contexto porque es más para ver la esperanza de vida en un proceso post operatorio o tras una enfermedad cardiaca. Consta de una serie de ítems, 17 o 18, entre los cuales está la edad y a eso se le asigna una puntuación, enfermedad cardiaca, enfermedad renal, enfermedad oncológica… y así van sumando puntos. En un índice de Charlson mayor de seis, es muy probable que el paciente no se beneficie de las UCIs. Estoy hablando de una situación absolutamente desbordada en donde es imposible matizar.

El segundo criterio es la saturación de oxígeno, medida con el aparato pequeño que colocan a los pacientes en el dedo cuando llegan a urgencias, el oxímetro. Si tiene una saturación menor de 92% utilizando una mascarilla con un reservorio -un reservorio es una bolsa que se llena de oxígeno para aumentar el flujo- es más improbable que se beneficie de una intubación o de un respirador. Otro criterio es la escala SOFA, muy conocida sobre todo para situaciones de sepsis, en este caso, aunque no fuera una situación de sepsis la utilizamos. Medimos la presión sanguínea, la frecuencia respiratoria y cardiaca, si hay alteración neurológica o no.

Y luego utilizamos otra escala, que vamos a llamar de fragilidad. Las personas mayores con morbilidad son más frágiles que alguien de 55 años que no tenga esas patologías porque muchas veces el problema de una intubación es que no solamente hay que intubar, sino que el paciente tiene que tolerar el proceso y luego habrá que desintubar, todo ese conjunto de cosas hacía que, de alguna manera, pudiéramos seleccionar a los pacientes.”

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